¡Este segundo viaje a Polinesia, tal como preveía, alucinante!
Esta vez tres semanas visitando las islas de la sociedad, junto con una pequeña incursión a las Tuamotus.
Sabiendo ya lo que me esperaba por ser mi segundo viaje allí, debo reconocer que me ha dejado de nuevo sin aliento. Para Yoli, era su primera visita. Hemos buscado unirnos en todo este ambiente, sin dudar en entrar en contacto con su gente, que de verdad hay que conocerla.
Inicialmente uno llega de Europa a la defensiva, hasta que acepta que se equivoca. En realidad, aquí es un lugar donde casi no existe la maldad. Polinesios con una naturalidad y simplicidad, de la que hemos perdido la costumbre en Europa.
Nativos y otros habitantes de aquí son auténticos, gente de verdad increíble. Me hace sentir que en occidente estamos a veces de alguna manera enfermos sin darnos cuenta, con todos nuestros sentimientos de posesión, de aparentar, de celos, envidia, comparaciones, estrés… En Polinesia son tan distintos a todo lo europeo… estoy sin palabras.
Hay que vivirlo dejando de lado lo que creías que te hace fuerte; Ese muro que solemos tener con los demás.
También es sorprendente lo sano que está todo, vamos todo el rato con los sentidos a flor de piel. Todo tiene color intenso y variado, la naturaleza, los peces, las frutas… ya no me acordaba del olor y ese sabor de muchas frutas. Disfrutamos de la música local, que intensifica tus sentimientos… En todo existe intensidad. No se ve ningún niño llorando, aquí son felices sin más, descalzos y sin necesidad de móvil, tablets etc… Todo sorprende y te hace analizar y reflexionar…
En fin, Hemos quedado fascinados con esa experiencia, ese viaje de lo más recomendable.
29 de octubre de 2020 a las 23:11
Que ganas de volver. Me he leído muchos de los resúmenes de los viajes y cada vez tengo mas ganas. A ver si pasa sete chaparrón del covid y puedo empezar a organizarlo.